lunes, mayo 12, 2008

un tranvia llamado Portugal



hoy me despertè con nostalgia de viajes, de ser, nostalgia de estar. de lo nuevo. de lo viejo. portugal era un tranvia q va del barrio bajo al barrio alto. q cruza la ciudad. q pasa a través de azulejos azules. de casas de cuento suizo-moresco. un pan con fiambre en la barriga.



recorridos entre recuerdos de otros. viento leve. saudace. tiempo detenido. el fado mas triste del mundo. los techos mas altos e incòmodos. los estudiantes más elegantes. las playas más calientes. el sol q más quema. era marzo del 2005, de madrugada. estaba durmiendo, y mi amigo mario me despierta: estamos en la frontera, entrando a portugal. yo empecè a gritar: yeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. la radio cambiò. fados en todas las emisoras. vimos lisboa a lo lejos. no contarè todo lo q vivì ahì, pero están dentro de los días de los días más felices de la poca felicidad destinada a cada uno.




y las làgrimas al dejar coimbra de colores y noches frías en tavenas de fado y copiñas de cerveza y de techos altos donde trepar a ver las estrellas, de internet gratuito, de alegría callejera y llevármela en un bolsillo. playas primaverales, señoras gordas, jóvenes antiguos siguiendo los rumbos de pessoa, mientras yo leía a sylvia plath no pudiendo en ese contexto entender la frustración de la vida q no podía ser vivída con todas las ganas.






al país más absurdo, triste, estático y bello, guardado en una parte especial de mi memoria, donde un pedazo de mi parte más azul se quedó y crece en alguna vereda.

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